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viernes, 7 de junio de 2013

La ciudad de Caral, la más antigua de América, sigue desvelando enigmas

La ciudad de Caral, la más antigua de América, siguen desvelando enigmas. epa
En medio del desierto al norte de Lima, las investigaciones sobre la ciudad de Caral, la más antigua de América, siguen desvelando enigmas y ahora han permitido determinar que hace 5.000 años ya existieron construcciones antisísmicas y hubo un conocimiento avanzado de la genética agraria.

Caral, ubicada a doscientos kilómetros de Lima y declarada en 2009 por la Unesco como Patrimonio Mundial, fue una compleja sociedad que se desarrolló entre los años 3.000 y 1.800 antes de Cristo, en el período denominado Precerámico, coetánea a la época de las pirámides de Egipto.

Este fin de semana se celebraron 17 años del inicio de las investigaciones en esta civilización primigenia, destacó a Efe la arqueóloga peruana Ruth Shady, descubridora y encargada del proyecto.

En la llamada "ciudad sagrada", el trabajo diario de arqueólogos, arquitectos e ingenieros pretende demostrar que los antiguos peruanos "no han sido solo artesanos, sino que han sido también profesionales interesados en el conocimiento científico".

"Y lo desarrollaron con éxito en la ingeniería, astronomía y genética agraria", señaló Shady mientras recorría Caral.

La ciudad presenta 32 pirámides truncas de diferentes dimensiones que, según los últimos estudios, cuentan con una tecnología en construcción que puede resistir hasta un sismo de 7,5 grados.

"Las bases de cada pirámide son tan sólidas que se mantienen hasta nuestros días", precisó a Efe el arqueólogo peruano Igor Vela.

Lo mismo sucede con los sorprendentes avances en genética agraria: "En Caral, hay cuatro colores naturales de algodón: rojo, beige, crema, marrón. ¿Cómo los obtuvieron? Han tenido que investigar para llegar a ello", afirmó Shady.

Las investigaciones en el sitio arqueológico, iniciadas en 1994 con escasa financiación y la colaboración de cinco jóvenes arqueólogos, cuentan hoy con unas 400 personas y un presupuesto anual de cinco millones y medio de dólares.

Según Shady, "el patrimonio arqueológico es una de las principales fortalezas que tiene Perú", por ello, el proyecto busca involucrar a las poblaciones aledañas en su crecimiento, ya que la ciudad recibe a unos 45.000 visitante al año.

"No solo apostamos por un aspecto del desarrollo, sino que queremos que éste sea integral. (La idea) es generar en el área norcentral de Lima un polo de desarrollo", aseveró la arqueóloga, quien quiere evitar que se repitan las experiencias que no tuvieron en cuenta a la población actual en otras zonas turísticas del país.

Las investigaciones pretenden que "se conozcan los avances en el conocimiento desde que se formó la civilización Caral y cómo ésta influyó en otras culturas hasta el periodo inca, incluso", dijo Shady.

La arqueóloga aseguró que "debe ser política de Estado dejar de promover solo a Macchu Picchu" y explicó que el aporte de la arqueología para ello "es conocer cómo se manejó el territorio".

"La información que se recupera debe promover la reflexión sobre lo que fuimos y lo que debemos cambiar y mantener en el presente", remarcó.

La civilización Caral tuvo un desarrollo precoz en comparación a otras que había en el continente y su declive, según las investigaciones, se debió a los severos cambios climáticos que se presentaron al término de su período de esplendor.

Se considera que 130 años de escasez de agua, junto a los movimientos telúricos y la presencia de arena en los campos de cultivo, producidos por los cambios climáticos, generaron una crisis social que enfrentó a la población contra los dirigentes político-religiosos.

ció�d Nd� �)ido esclarecer, no ya la traducción del libro, sino el autor del mismo.

Pero ¿qué es el Manuscrito Voynich? En realidad se trata de un libro del siglo XV redescubierto por Wilfred Voynich (del que toma el nombre) en 1912 en el colegio jesuita de Villa Mondragone en una localidad cercana a Roma. El manuscrito es un libro prolijamente encuadernado, escrito con pluma sobre pergamino de ternera. Sus actuales 102 folios, de 23×16 cm, están plagados de ilustraciones de plantas desconocidas y otros dibujos. Aunque lo atractivo del mismo es la lengua en la que está escrito: ¡desconocida! Ni los más eminentes lingüistas ni los más potentes ordenadores han conseguido descifrar ese texto de caracteres romanos minúsculos en cursiva. Actualmente se encuentra en la Biblioteca Beinecke de Libros Raros y Manuscritos de la Universidad de Yale (USA), y sigue desafiando los conocimientos de los expertos.
Cualquiera puede ampliar información sobre este manuscrito en los enlaces de este post o recorriendo internet. Lo que ahora pretendo es ofrecer una “disparatada” hipótesis sobre su autoría, y lo hago porque particularmente concluyo que una persona culta, inteligente y “cachonda” del siglo XV se entretuvo en dejar para la posteridad uno de los mayores timos de la Historia. Digo esto porque, aun no habiendo sido traducido el texto, la baja entropía de sus caracteres (alta predictibilidad que acarrea una muy baja transmisión de datos) me lleva a pensar que se trata de una tomadura de pelo de Leonardo Da Vinci (casi imposible de probar). Y para ello nada mejor que transcribiros una de las varias hipótesis que Marcelo Dos Santos recoge en su interesante libro “El Manuscrito Voynich”, la de la doctora Edith Sherwood:
[…] Esta investigadora ha propuesto que el Manuscrito Voynich no pertenece en realidad a las manos de Roger Bacon (…) sino a la de Leonardo Da Vinci. A partir de la secuencia de sucesos que comenzó con la publicación de un artículo de Alfred Werner en un número de la revista Horizon de 1962, Sherwood se sintió atraída por el enigma. En su artículo, Werner hacía notar la similitud aparente entre la caligrafía del Manuscrito Voynich y la escritura especular del sabio florentino. En 1975, el hijo de Robert Brumbaugh encontró el mismo parecido.
Intrigada, Sherwood halló que uno de los mapas astrológicos del manuscrito contenía el símbolo de Aries junto a 15 ninfas desnudas con dibujos de estrellas. Su interpretación es que se trata de la carta natal de alguien que nació al atardecer (por las estrellas) del 15 (quince mujeres) de abril (Aries el Carnero). Según la estudiosa, la palabra escrita bajo el signo del Carnero aparenta ser ob…..l, pero que si se la invierte especularmente muy bien puede representar la palabra Lionardo, que es como Da Vinci escribía su propio nombre de pila.
Sherwood compara este grafismo con la firma especular de Leonardo presente en otros manuscritos bien conocidos, y, aunque debe reconocerse el parecido, sería necesaria una pericia caligráfica para establecer la autoría del toscano. Hay también una similitud entre el dibujo del carnero en sí y un ciervo o corza de la pluma de Leonardo que se ve en otro manuscrito.
Al abuelo de Da Vinci da noticia del nacimiento del niño de su propia mano, en una nota fechada en 1452:“Nació un nieto mío, hijo de mi hijo Ser Piero, a las tres de la noche del sábado 15 de abril”. La hora tercera de la Edad Media corresponde, poco más o menos, a las diez o diez y media de la noche. Sherwood ha querido ver la fecha 1452 junto a una de las cisternas donde se ve a una mujer con un bebé (¿un jacuzzi para facilitar el parto como los que se utilizan hoy?) y las palabras sabatto notto (¿sábado por la noche?) en la carta natal.
El innegable atractivo de la teoría se ve oscurecido por la dificultad de probarla, ya que Sherwood afirma que el manuscrito consiste en una obra infantil de Leonardo (…). Aunque la hipótesis tiene algunos seguidores, los investigadores modernos no se inclinan por ella en la actualidad […]
En mi opinión, el Manuscrito Voynich se trata de una composición genial para volver locos a los alquimistas, astrólogos, lingüistas, etc., lo cual requiere la mano de un genio. Y por la época en que fue escrito, Leonardo era el mejor científico y que, necesitando tranquilidad para seguir perfeccionando sus “máquinas” (escopeta, aeroplano y otros), aprovechó su habilidad de escribir con la imagen en el espejo para crear una obra que entretuviera a los charlatanes, con plantas inexistentes, con astronomía ininterpretable y, sobre todo, con un lenguaje indescifrable. Y todavía hoy, los charlatanes siguen ocupados en el tema. 


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