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sábado, 1 de junio de 2013

El enigma Rasputín, ¿estaba realmente loco o se lo hacía creer a los demás?

El enigma Rasputín, ¿estaba realmente loco o se lo hacía creer a los demás?
Autor: Editor DJ el

Que la figura de Grigori Yefímovich Rasputín ha engendrado innumerables leyendas que confunden la realidad con la leyenda o la ficción es indiscutible; que su estampa es una de las más inquietantes del final de la dinastía de los Romanov, por encima incluso de personajes como Lenin o Trostky, es indiscutible. Hoy aún se investiga el grado de influencia que la figura del “Monje Loco” pudo detentar en la realidad, una estampa que parece de ficción más que de histórica.
Muchas figuras de la Historia reciente parecen salidas de una película de ficción. No parecen reales. Si a ello se suman las leyendas y los pasajes históricos que se confunden en la nebulosa de la falta de documentación o de los comentarios y chismes, el mito está servido.
La figura histórica de Rasputín es una de ellas. Nacido el 22 de enero de 1869 en el poblado siberiano de Pokróvskoye, Rasputín (en ruso se acentúa Raspútin), fue en vida una especie de santón o Stáret en ruso, un tipo de guía espiritual de los monasterios ortodoxos. Algunos Stártsy tienen fama de puros y sanadores, aplican curaciones milagrosas, y Rasputín consiguió hacerse con uno de estos halos en su región de origen.
Muchas iglesias aún conservan su imagen venerada. Su indumentaria rústica y pobre, su forma de vida e incluso el aspecto del que se dotó, como un Jesucristo revivido, alcanzaron pronto gran fama. Rasputín fue llamado por la familia del zar Nicolás II, y el santón pronto se hizo un hueco entre los preferidos de la zarina. El golpe de suerte fue sanar al zarévich, el hijo de los zares, que padecía hemofilia, algo que nunca se ha podido demostrar que realmente lo hiciera.
Según cuentan algunas crónicas, en torno a 1908 el zarévich cayó al suelo jugando, con tan mala suerte que comenzó a salirle sangre por la nariz y la boca. La hemorragia interna no se pudo contener y tuvo que quedar postrado en cama tras la gran pérdida de sangre y con dolores terribles de cabeza. Una de sus piernas se hinchó tanto que duplicó su tamaño. Los médicos desahuciaron al pequeño y le dieron pocos días de vida.
Cuando Rasputín llegó a la alcoba del niño, se postró delante de la cama y no hizo otra cosa que rezar durante horas. Impuso sus manos al niño, y le tocó la pierna, diciéndole que se iba a curar. A las pocas horas, ya estaba otra vez jugando por los pasillos de palacio. Algunos investigadores sostienen que Rasputín utilizaba la hipnosis y, que por medio de este procedimiento, no solamente lograba sanar a muchos enfermos, sino conseguir someter la voluntad de muchas personas.
Y así logró hacerse un hueco en la decadente corte del zar. La zarina Alejandra cayó bajo la indomable influencia del controvertido personaje, que murió asesinado en la noche del 29 al 30 de diciembre de 1916. Al imperio de los zares le quedaban apenas unas semanas, pues la Revolución Bolchevique incluso acabó con la vida de casi todos los personajes de esta historia.
Algunas leyendas sostienen que si no se hubiera asesinado a Rasputín, el imperio de los zares se habría salvado de la Revolución.
La muerte de Rasputín es también de leyenda. Fue invitado por un grupo de nobles y aristócratas a una fiesta que se daría en la noche del 29 al 30 de diciembre de 1916. No todo está claro. Parece probado que sus asesinos, entre los que se encontraban el el príncipe Félix Yusúpov y el Gran Duque Dimitri Pavlovich.
Yusúpov logró escapar de la Revolución y vivió en París hasta el año de su fallecimiento, en 1967. Cuando salió de Rusia solo logró llevarse de su inmensa fortuna dos Rembrandt y joyas por valor de 1 millón de dólares. Luego fue legendaria su generosidad con los exiliados rusos.
La vida del Gran Duque Dimitri Pavlovich, sobrino del zar Nicolás II, es de película. Apuesto, militar de carrera que combatió en la I Guerra Mundial, fue un destacado deportista que incluso llegó a participar en los Juegos Olímpicos de 1912 de Estocolmo. Parece ser que fue amante de Coco Chanel, y pasó su vida como un bon vivant, hasta su fallecimiento en la ciudad suiza de Davos, a causa de la tuberculosis.
Los asesinos de Rasputín le suministraron pasteles y vino cargados de cianuro. El veneno no le hizo efecto alguno, por lo que Yusúpov sacó la pistola y le disparó en el pecho. Rasputín, hombre duro y de gran tamaño, no murió tampoco a causa del disparo, y forcejeó incluso con sus verdugos, teniendo éstos que golpearle la cabeza con un bastón hasta que perdió el conocimiento. No está claro si los aristócratas sabían o no si estaba muerto, pero lo arrojaron río Nevá.
Luego, en 1916, el cadáver fue enterrado en un bosque, para después exhumarlo e incinerarlo por orden del Gobierno provisional en 1917, por lo que no queda nada de Rasputín, salvo una pretendida porción de su portentoso cuerpo, su pene, que se conserva en un museo erótico de Moscú y que medía 30 centímetros
Las investigaciones posteriores que ha legado la historia revelan que Rasputin murió realmente ahogado en el río, historia en la que se basa la fantástica novela de mi admirado William Valtos La reliquia de Rasputín.
Hoy algunas sectas ortodoxas insisten en que se canonice a Rasputín; hubo ya en torno a 2003 o 2004 una petición conjunta con la de canonizar también a Iván el Terrible (1530-1584), algo a lo que el obispo Krutiski se ha opuesto a través de la Comisión de Canonizaciones.
Pero habría que investigar aún muchos más misterios en torno a la vida y la muerte de Grigori Yefímovich Rasputín, por ejemplo, la reciente revelación de la participación de los servicios secretos británicos en su asesinato, o las extrañas y eruditas amistades del “Monje Loco”, por ejemplo, con el ocultista, alquimista y sabio del esoterismo George Gurdjieff, maestro místico de origen armenio que falleció en París en 1949, pero también de otros muchos.

¿Estaba realmente loco Rasputín, o se lo hacía creer a los demás?

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