El enigma Rasputín, ¿estaba realmente loco o se lo
hacía creer a los demás?
Autor:
Editor DJ el
Que la figura de Grigori Yefímovich Rasputín ha
engendrado innumerables leyendas que confunden la realidad con la leyenda o la
ficción es indiscutible; que su estampa es una de las más inquietantes del
final de la dinastía de los Romanov, por encima incluso de personajes como
Lenin o Trostky, es indiscutible. Hoy aún se investiga el grado de influencia
que la figura del “Monje Loco” pudo detentar en la realidad, una estampa que
parece de ficción más que de histórica.
Muchas figuras de la Historia reciente parecen salidas
de una película de ficción. No parecen reales. Si a ello se suman las leyendas
y los pasajes históricos que se confunden en la nebulosa de la falta de
documentación o de los comentarios y chismes, el mito está servido.
La figura histórica de Rasputín es una de ellas.
Nacido el 22 de enero de 1869 en el poblado siberiano de Pokróvskoye, Rasputín
(en ruso se acentúa Raspútin), fue en vida una especie de santón o Stáret en
ruso, un tipo de guía espiritual de los monasterios ortodoxos. Algunos Stártsy
tienen fama de puros y sanadores, aplican curaciones milagrosas, y Rasputín
consiguió hacerse con uno de estos halos en su región de origen.
Muchas iglesias aún conservan su imagen venerada. Su
indumentaria rústica y pobre, su forma de vida e incluso el aspecto del que se
dotó, como un Jesucristo revivido, alcanzaron pronto gran fama. Rasputín fue
llamado por la familia del zar Nicolás II, y el santón pronto se hizo un hueco
entre los preferidos de la zarina. El golpe de suerte fue sanar al zarévich, el
hijo de los zares, que padecía hemofilia, algo que nunca se ha podido demostrar
que realmente lo hiciera.
Según cuentan algunas crónicas, en torno a 1908 el
zarévich cayó al suelo jugando, con tan mala suerte que comenzó a salirle
sangre por la nariz y la boca. La hemorragia interna no se pudo contener y tuvo
que quedar postrado en cama tras la gran pérdida de sangre y con dolores
terribles de cabeza. Una de sus piernas se hinchó tanto que duplicó su tamaño.
Los médicos desahuciaron al pequeño y le dieron pocos días de vida.
Cuando Rasputín llegó a la alcoba del niño, se postró
delante de la cama y no hizo otra cosa que rezar durante horas. Impuso sus
manos al niño, y le tocó la pierna, diciéndole que se iba a curar. A las pocas
horas, ya estaba otra vez jugando por los pasillos de palacio. Algunos
investigadores sostienen que Rasputín utilizaba la hipnosis y, que por medio de
este procedimiento, no solamente lograba sanar a muchos enfermos, sino
conseguir someter la voluntad de muchas personas.
Y así logró hacerse un hueco en la decadente corte del
zar. La zarina Alejandra cayó bajo la indomable influencia del controvertido
personaje, que murió asesinado en la noche del 29 al 30 de diciembre de 1916.
Al imperio de los zares le quedaban apenas unas semanas, pues la Revolución
Bolchevique incluso acabó con la vida de casi todos los personajes de esta
historia.
Algunas leyendas sostienen que si no se hubiera
asesinado a Rasputín, el imperio de los zares se habría salvado de la
Revolución.
La muerte de Rasputín es también de leyenda. Fue invitado
por un grupo de nobles y aristócratas a una fiesta que se daría en la noche del
29 al 30 de diciembre de 1916. No todo está claro. Parece probado que sus
asesinos, entre los que se encontraban el el príncipe Félix Yusúpov y el Gran
Duque Dimitri Pavlovich.
Yusúpov logró escapar de la Revolución y vivió en
París hasta el año de su fallecimiento, en 1967. Cuando salió de Rusia solo
logró llevarse de su inmensa fortuna dos Rembrandt y joyas por valor de 1
millón de dólares. Luego fue legendaria su generosidad con los exiliados rusos.
La vida del Gran Duque Dimitri Pavlovich, sobrino del
zar Nicolás II, es de película. Apuesto, militar de carrera que combatió en la
I Guerra Mundial, fue un destacado deportista que incluso llegó a participar en
los Juegos Olímpicos de 1912 de Estocolmo. Parece ser que fue amante de Coco
Chanel, y pasó su vida como un bon vivant, hasta su fallecimiento en la ciudad
suiza de Davos, a causa de la tuberculosis.
Los asesinos de Rasputín le suministraron pasteles y
vino cargados de cianuro. El veneno no le hizo efecto alguno, por lo que
Yusúpov sacó la pistola y le disparó en el pecho. Rasputín, hombre duro y de
gran tamaño, no murió tampoco a causa del disparo, y forcejeó incluso con sus
verdugos, teniendo éstos que golpearle la cabeza con un bastón hasta que perdió
el conocimiento. No está claro si los aristócratas sabían o no si estaba
muerto, pero lo arrojaron río Nevá.
Luego, en 1916, el cadáver fue enterrado en un bosque,
para después exhumarlo e incinerarlo por orden del Gobierno provisional en
1917, por lo que no queda nada de Rasputín, salvo una pretendida porción de su
portentoso cuerpo, su pene, que se conserva en un museo erótico de Moscú y que
medía 30 centímetros
Las investigaciones posteriores que ha legado la
historia revelan que Rasputin murió realmente ahogado en el río, historia en la
que se basa la fantástica novela de mi admirado William Valtos La reliquia de
Rasputín.
Hoy algunas sectas ortodoxas insisten en que se
canonice a Rasputín; hubo ya en torno a 2003 o 2004 una petición conjunta con
la de canonizar también a Iván el Terrible (1530-1584), algo a lo que el obispo
Krutiski se ha opuesto a través de la Comisión de Canonizaciones.
Pero habría que investigar aún muchos más misterios en
torno a la vida y la muerte de Grigori Yefímovich Rasputín, por ejemplo, la
reciente revelación de la participación de los servicios secretos británicos en
su asesinato, o las extrañas y eruditas amistades del “Monje Loco”, por
ejemplo, con el ocultista, alquimista y sabio del esoterismo George Gurdjieff,
maestro místico de origen armenio que falleció en París en 1949, pero también
de otros muchos.
¿Estaba realmente loco Rasputín, o se lo hacía creer a
los demás?







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