Isla de Oak, en Nueva Escocia, Canadá… Corría el año 1795
cuando un muchacho de unos 16 años llamado Daniel McGinnis, que se hallaba en
medio de sus vacaciones estivales, llegó remando hasta la solitaria Isla de Oak
para pasear por ella. Y eso hizo, pero mientras guiaba sus pasos entre los
robles que dan nombre a la isla observó bajo una rama cortada, de la que
colgaba una vieja polea, que la tierra había sido removida y, con su joven
imaginación exultante llena de historias de tesoros ocultos, dejó la isla para
ir a buscar la ayuda de sus amigos en la búsqueda de respuestas.
Actual entrada al misterioso pozo de la isla Oak
Y así lo hicieron. Los tres amigos llegaron y excavaron… y
pronto pudieron confirmar que efectivamente allí había excavado alguien con
anterioridad y, además, había intentado que nadie más pudiera hacerlo. A poco
más de medio metro de profundidad encontraron piedras que habían sido puestas
allí como tapadera, y tanto a los 3 metros como a los 6 placas fabricadas con
madera de roble. Pero llegó el momento en que comprendieron que ya no podían
continuar, así que optaron por dejar marcado el lugar y se marcharon.
Y desde entonces son muchos los que han intentado encontrar
el supuesto tesoro, o por lo menos descubrir cual es el misterio que se oculta
bajo tantos metros de tierra, piedra y madera. Nada se sabe aún al respecto.
Sigue asombrando al mundo cómo alguien hace más de 200 años pudo construir un
pozo que ha sido capaz de resistir todo tipo de excavaciones e investigaciones
sin llegar a desvelar el misterio que esconde.
Expediciones posteriores, como la que llevó consigo Simeon
Lynds, descubrieron más tablas de madera cada 3 metros y planchas de fibra de
coco. Pero la gran sorpresa se produjo cuando alcanzaron entre los 27 y los 30
metros de profundidad, donde una losa fabricada en pórfido, material que
utilizaban desde tiempos inmemoriales civilizaciones como la egipcia o la
romana. Esta losa, en cuya superficie podían verse caracteres extraños, les
paró el paso. Según cuentan, (esta tabla se perdió hace ya mucho tiempo), lo
que ponía podía traducirse como: “40 pies más abajo hay enterrados 2 millones
de libras“.
Pero ocurrió que por debajo de esta losa el agua comenzó a
fluir y, aunque intentaron achicarla, nada pudieron hacer teniendo que
abandonar finalmente la excavación.
Esquema de las distintas capas que se han ido encontrando
Años más tarde, en 1.849, los dos muchachos que ayudaron a
Daniel McGinnis, colaboraron con la Sociedad Truro para resolver al fin el
misterio de esta Isla. El encargado de dirigir toda la operación se llamaba
Joham B. McCully y fue él quien descubrió el porqué el agua subía sin control
por el pozo y cómo dirigirla hacia otro lado. Ahora bien, poco le duró el
invento, pues el dique se vino abajo con el continuo empuje de las mareas
altas. Una vez más el guardián del tesoro parecía hacer de las suyas y cumplir
bien con su cometido. Ahora bien, esta expedición sí que logró encontrar una
posible cámara en la que estaría guardado el tesoro, lo que no llegaron a
acceder a ella. En el año 1861 se volvió a intentar, pero tampoco esta vez una
forma de evitar que el agua y el barro lo destrozara todo impidiendo el paso.
Diversas son las teorías que se han lanzado sobre el origen
de este pozo. Se habla de los Caballeros Templarios, se comenta que si Sir
Francis Drake o que si el Capitán Kidd, incluso se dice que pueden ser las
joyas de la Corona Francesa que desaparecieron en 1791, pero lo cierto es que
aún no ha podido ni confirmarse ninguna de ellas, ni encontrar el supuesto
tesoro que esconde. Hoy en día es propiedad privada y sus actuales dueños
siguen buscando el tesoro.







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