La Clavícula de Salomón: la magia como
osamenta expresiva de los miedos y deseos humanos
El ser humano ha abordado
su relación social y con el medio de dife-rentes maneras. Ha articulado
diversos conjuntos de estrategias para con-trolar su vida y superar sus
limitaciones en un entorno que a veces supera su capacidad de comprensión y de
acción. La Magia es uno de estos recur-sos que frente a fenómenos
incomprensibles genera soluciones espectacu-lares.
La Clavícula de
Salomón
En la actualidad podemos encontrar, en librerías o
por Internet, varias versiones de un texto titulado Las Clavículas de
Salomón y que no es ni más ni menos que uno de los más legendarios tratados
de Magia. Su redacción se configura a modo de testamento, transmisión personal
y muy secreta, de un padre a un hijo (maestro y discípulo). Salomón, rey de
Israel, supuesto autor del libro, dejaba, así pues, como legado una serie de
cono-cimientos mágicos a su hijo Roboam, rey de Judá, posiblemente hacia el año
931 a. C., año de su fallecimiento. Verdaderamente, aunque el contenido de tal
legado era sólo una parte de toda su sabiduría, este saber resultaba ser uno de
sus más preciados tesoros. Y si damos crédito a todo lo que se rela-taba que se
podría conseguir siguiendo sus indicaciones, verdaderamente Roboam debería de
estar agradecido a su padre por siempre jamás, pues le abría las puertas a
otras realidades y a arcanos poderes.
Pero, ¿cómo llegaron hasta Salomón dichos
conocimientos? Podría decirse, por el rastreo de las características de los
rituales y oraciones refe-ridas, que su origen bebe de fuentes egipcias,
babilónicas (especialmente caldeas) y griegas, con un fuerte peso del
componente astrológico. Esto, de partida, nos hace dudar de su datación en
tiempos salomónicos, por lo menos la de las versiones llegadas. No obstante, sí
puede permitirnos com-probar cómo el mundo hebreo, en ese trasiego de
intercambios culturales en Oriente Medio, habría ido configurando un cuerpo
mágico propio con la influencia de las tradiciones vecinas, especialmente, la
babilónica y la egip-
cia. Vínculos que en el caso salomónico
se afianzaron como refleja su alian-za matrimonial con el Egipto faraónico o la
sobresaliente prosperidad cultu-ral y económica de un Israel ampliamente
relacionado con su entorno geo-gráfico.
Es más, cabría apelar a
una posible toma por parte de la Magia hebrea del relevo histórico de dichas
tradiciones mágicas, sustituyéndolas en la supremacía. No olvidemos que ya
Moisés y Arón (luego Aharón) deja-ron zanjada, unos siglos antes de Salomón, su
superioridad durante su enfrentamiento contra los magos del Faraón (Éxodo
, 7, 7-13; Azoras XX, 59-74, XXVI, 9-48, XXVIII, 30-37). Incluso, si
hablamos de Salomón como por-tador de grandes conocimientos mágicos, el
patriarca Moisés no podía ser menos y muchos son los prodigios relatados en las
Escrituras que nos mues-tran que era portador de un poder
extraordinario, aunque emanado de Dios. Es más, incluso nos ha llegado una
supuesta obra suya, Libro sagrado lla-mado Mónada o Libro Octavo de Moisés ,
conservada en papiros de la etapa helenística (Papiro Leiden J 395, P
XIII), y que curiosamente hace referen-cia a otra obra suya, La llave
(sic), y que comunicaría toda una serie de correspondencias e indicaciones como
se hará en Las Clavículas (las lla-ves).
La verdad es que sería
tentador imaginarse un supuesto “espionaje tecnológico” entre los diferentes
pueblos antiguos que habría acabado des-encadenando un gran golpe, realizado
por el pueblo judío a través del pró-fugo por asesinato, Moisés, y de su
hermano Arón. Con paciencia y aprove-chando su privilegiada situación, desde
joven Moisés había accedido con paciencia a los más secretos saberes mágicos de
la gran civilización egip-cia, depositados y guardados por escogidos sacerdotes
en templos muy con-cretos. Una vez conocidos, se presentaron los dos ante el
Faraón para inten-tar alcanzar un acuerdo por las buenas para liberar a su
gente. Como eran ya octogenarios, tenían el pretexto perfecto para que les
dejasen entrar apo-yados en sus bastones, sin que sospechasen que eran báculos
mágicos. Como veían que no conseguían nada, Moisés mandó a Arón que usase de su
arma contra sus esbirros. No fue bastante. Tuvo que ser luego Moisés quien
desplegase, durante varios días, toda su artillería mágica para minar la
postura del Faraón. Pero, tras conseguirlo se desencadenó la más emo-cionante persecución
que vieron los tiempos, el Éxodo, y con ello, la cons-trucción de toda una
cultura religiosa, con su aparato material, ritual y pre-ceptivo. Estos saberes
se conservarían después cuidadosamente, para no ser mal empleados, a la espera
de las circunstancias adecuadas para su uso. Luego, en un momento propicio de
estabilidad y unidad, Salomón reci-biría tan poderoso saber, haciendo uso de
él. Ciertamente, es tan fácil fabu-
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lar
al tratar estos temas que sólo hay que echar un vistazo al escaparate de
cualquier librería.
Pero no hay por qué darle tantas y tantas vueltas a
este asunto cuan-do es el mismo Salomón quien nos desvela la solución al enigma
de cómo alcanzó dichos conocimientos. Así lo indica en el texto: un ángel se le
apa-reció y se los reveló por infusión. No es extraño, ya en la Biblia
se describe esa especial relación entre Salomón y lo divino y cómo Dios en
sueños le entregó toda la sabiduría inimaginable (Libro de los Reyes, 3,
5-15). De este modo, la sabiduría de Salomón sobrepasaba la de todos los hijos
de Oriente y la sabiduría toda de Egipto (Libro de los Reyes, 4, 29-34),
que era por aquel tiempo como decir que no había ni hubo nadie más sabio que él
y que no había pueblo más poderoso que el hebreo. Podía así discernir sin
proble-mas entre el bien y el mal y conocer cualquier secreto de la naturaleza
ani-mada e inanimada y, consecuentemente, ejercer un feliz y provechoso
gobierno.
Recurrente recurso el de la aparición angélica como
explicación a ciertos prodigios y que nos recuerda diferentes episodios de la
tradición bíbli-ca y de la literatura mágica. Igualmente, dicho hecho se
presenta como un eficaz garante del control en el acceso selectivo a ciertos
conocimientos que convenía comunicar discretamente. De este modo, nadie que no
formase parte de la cadena de transmisión oral, cuyo eslabón original sobre la
Tierra sería Salomón, podría participar de dicho saber. Hecho subrayado en el
texto, al recalcar el elemento testamentario y sanguíneo de la transmisión
padre-hijo. Tras su fijación escrita, sólo los que tuviesen un contacto
direc-to con el texto tendrían acceso a dicho saber, salvo, claro está, si se
le apa-reciese a otro un arcángel y le suministrase dichos saberes, creando
otra nueva cadena. Jugadas como esta no serían extrañas y, en ocasiones, han
sido incluso la causa de la constitución de nuevas religiones al servicio de un
Dios común.
Así, prosiguiendo con la sucesión legendaria, tras
Roboam, los Rabinos perpetuaron la transmisión de este legado, recibiendo éste
con el tiempo el título de Clauicula Salomonis, por contener ciertas claves
secretas que permitían obrar cosas prodigiosas. No se sabría decir en que
momento saldrían estos conocimientos del entorno hebreo, o sea se rompería la
“transmisión sanguínea”, pero ya durante el Imperio romano la Magia hebrea tuvo
gran predicamento y algunos afirmaban la existencia de un tratado de magia
escrito por Salomón, como es el caso del historiador judeorromano Flavius
Josephus (37-c. 100), autor de De Iudaeorum Vetustate.
Evidentemente, la fijación escrita y la traducción
sistemática de los textos mágicos aconteció, seguramente, a la vez que la de
los conocimien-tos cabalísticos o herméticos, en la Baja Edad Media, a partir
de los siglos XII y XIII. Es un momento histórico clave, pues se asiste a la
construcción de una cultura al margen de la Iglesia, en torno a las
universidades y abierta a otros ámbitos culturales ajenos a la Cristiandad,
como el Islam. Sin embar-go, los testimonios bibliográficos más fehacientes
acerca del ciclo salomóni-co se remontarían al siglo XIV, teniendo gran
importancia en su fijación y transmisión los focos hebreos sefarditas e
italianos, añadiéndose a todo ello las conversiones o la diáspora judía de
1492, que fomentaron grandemente su difusión europea. De todos modos, en la
transmisión de la literatura mági-ca durante la Edad Media participarían tanto
judíos como árabes y cristianos.
Su transmisión se haría
mediante copias manuscritas, en hebreo o en latín y con frecuentes
adulteraciones, correcciones, mutilaciones o aumentos. Pues, aunque se nos
suele presentar como una obra trasmitida inalterada por la tradición, parece
haberse ido rehaciendo o completándose. Incluso, en algún caso se han
localizado procesos de cristianización de sus contenidos, en ese afán por
superar su persecución o hacerlos más vigen-tes, o libros de magia cristiana
inspirados en parte o buena parte en dicha obra.
Obviamente, este legado
hubo de adoptar muy diferentes formas, apareciendo con el mismo título obras
que diferían entre sí en una mayor o menor medida. Aunque siempre en todos
ellos podía contemplarse una estructuración y unos contenidos similares, con presencia
de tablas astroló-gicas y correspondencias, listados de ángeles y signos,
instrucciones para rituales, recetas mágicas, pantáculos u objetos mágicos,
etc. Por consiguien-te, muchos otros títulos se hacían partícipes de laMagia
Salomonis o cono-cimientos salomónicos, sucediéndose multitud de títulos
anónimos o firma-dos hasta los tiempos modernos y que se decían la auténtica
versión (Liber Salomonis, Alma del Salomonis, Picatrix:
liber de imaginibus Salomonis, Heptameron sev Elementa Magica de
Pedro de Abano, Clavicula Salomonis hebraeorum regis de Abrahamo
Colorno, Les Vrais Clavicules du Roi Salomon par Armadel, etc.)
En otro orden, ya desde
el siglo XIV aparecían testimonios de su prohibición y persecución, y parece
ser que fue Inocencio VI, a mediados de dicho siglo, el primer pontífice que
ordenó su quema. Por otro lado, el anti-semitismo se configuraba como otro
factor que recalcaba lo sospechoso de sus contenidos y su catalogación como un
texto demoniaco. A esto se sumó la convicción paulatina de que Salomón no era
el autor de dicho texto, lo que
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sin
duda mejoró la reputación del soberano en el mundo cristiano. La priva-ción de
dicha autoridad, en consecuencia, no sólo no ayudaba en impedir la persecución
del libro, sino que servía como un argumento más. Dadas las circunstancias
represivas, su divulgación se produciría de un modo muy dis-creto y, dado su
carácter culto o “científico”, su ámbito de difusión era bas-tante selectivo.
Su circulación habitual entre miembros del estamento noble, eclesiásticos,
universitarios, etc., a diferencia de otros textos de acceso más popular,
permitió, por otro lado, que salvo deslices no fuera frecuente locali-zarlo y
pudo así librarse de purgas y quemas con más facilidad que otros títulos.
No obstante, como
sucedió con otras obras, la invención de la imprenta facilitó la conservación y
divulgación de la Clavícula de Salomón. Es más, durante 1480 y 1680 se
asistió a un esplendor de la Magia ritual sin precedentes en el mundo
cristiano. Los nuevos aires del Humanismo facili-taron su florecimiento, dentro
de ese maremagnum cultural que caracteriza-ba el Renacimiento y que
favorecía el estudio y la transmisión de supuestos saberes ancestrales,
testimonios de la Antica Sapientia. En un momento en que el impulso
racionalista se conjugaba con la más ávida y abierta curiosi-dad, bajo el
auspicio de la concordatio entre el mundo antiguo y el moderno, la
ciencia antigua y la fe cristiana, la Magia despertaba un vivo interés. De este
modo, gracias al empuje humanista, la Magia recuperó posiciones en la escena
cultural y gozó de gran crédito, tanto por defensores como por ata-cantes.
Este renacimiento de la
Magia, en gran medida cristianizada o encla-vada en una tradición
judeo-cristiana o gnóstica y que atendía a su definición grecolatina, contó con
la contribución mayor o menor de notables figuras coetáneas. Así, entre estas
figuras europeas destacaron nombres como los de Pedro de Abano (1250-1316),
Johannes Heindenberg Tritemius (1462-1516), Giovanni Pico della Mirandola
(1463-1494), Heinrich Cornelius Agrippa von Nettesheim (1486-1535), Philipus
Aureolus Theophrastus Bombastus von Hohenheim Paracelsus (1493-1541), John Dee
(1527-1608) Giambattista della Porta (1538-1615) o Giordano Bruno (1548-1600),
por citar algunos de los más significativos y con obras reconocidas o atribuidas.
La Magia como disciplina
extraoficial tuvo, pues, una notable popu-larización, reflejada en la
literatura de la época (sobre todo, teatro, novela o pliegos de cordel).
Igualmente, dada la demanda pública se contempló como un excelente negocio,
pese a los riesgos de publicar libros con contenidos peligrosos para la fe. Así
se sucedieron numerosas impresiones y ediciones de La Clavícula teniendo
las francesas una notable difusión y distribución
clandestina
por España en los siglos XVII y XVIII, pese a las prohibición ecle-siástica y
la vigilancia inquisitorial.

El gran
pantáculo , Manuscrito Portada, Les
Clavicules de
Lansdowne 1203
(1641), British Salomón , Arlés, 1634.
Library.
Así, entre las muchas versiones, en 1634 aparece
publicado, bajo el título Les Clavicules de Salomon, una versión en
francés por Monseigneur Jean Jaubert de Barault, entonces arzobispo de Arlés
(Francia). Según cuenta, es la traducción de un texto en latín, obra a su vez
del rabino Abognazar que lo habría traducido a esta lengua del hebreo. De este
texto se hizo una copia manuscrita en 1641 que pasaría a formar parte de la
pres-tigiosa biblioteca oculta del marqués Stanislas de Guaïta (1861-1897). En
la actualidad se conserva en la British Library (Manuscrito Lansdowne 1203) y
cuenta con varias ediciones facsímiles.
No obstante, ya
aparecieron en el siglo XX en España, en periodos de un menor celo catolicista
o tras los rigores censores del Franquismo, publicaciones en castellano, aunque
procedentes de fuentes diversas. Por ejemplo, tenemos:
-La Clavícula del gran rey Salomón ó sea
el verdadero tesoro de las ciencias ocultas y la cábala de la mariposa verde ,
del nigromante africano Illensub Oirelav, Barcelona, Maucci, 1908.
-Clavículas
de Salomón, o sea el secreto de los secretos, traducido del
hebreo por Iroe el Mago, Barcelona, Pons, 1922.
-Las Clavículas de
Salomón, de Eliphas Levi, Madrid, Edaf, 1992.
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-Clavículas
de Salomón. Libro de conjuros y fórmulas mágicas .
Barcelona, Humanitas, 1992.
-Tres
libros de Magia, Hoyo de Manzanares (Madrid), Idea
Equipo Editorial, 1999.
-Las
Clavículas de Salomón o Secretos de la Magia ceremonial,
Anónimo, Barcelona, Índigo, 2003.
Por otro lado, se vio
nacer en la segunda mitad del mismo siglo un interés desde los ámbitos
académicos españoles por la investigación de este tipo de literatura mágica,
apreciando su valor como testimonio histórico-social. En este sentido, Las
Clavículas han sido objeto de su atención y, en consecuencia, me permito
hacer un inciso y resaltar el estudio que hizo el célebre antropólogo Julio
Caro Baroja y cuya lectura fue el detonante de este artículo. En él, dedicaba
en concreto a esta obra el capítulo VII,El libro mági-co (La «Clavícula de
Salomón»):
-Julio
Caro Baroja [1967]. Vidas Mágicas e Inquisición , Barcelona, Círculo de
Lectores, vol. I, 1991.
Retomando el comentario
de las ediciones referidas, las editoriales Humanitas, Idea Equipo Editorial e
Índigo son, de las citadas, las que toman como referente dicha versión
francesa. La editada por Maucci desconozco su procedencia, pero el autor
africano mencionado se hace ligar a otro texto clásico, el Dragón Rojo
(1511). Respecto a la de Pons, su origen está en una versión publicada en
Amberes en 1721, que recoge una supuesta traducción del hebreo por Iroe el
Mago. Por otro lado, la obra de Eliphas Levi (Alphonse-Louis Constant,
1810-1875) es del siglo XIX (Clefs majeures et clavicules de Salomon,
París, Chamuel, 1895), aunque continuadora de la tradición de la literatura
mágica salomónica.
De este modo, tomaremos
el más reciente título, de fácil y barato acceso, Las Clavículas de Salomón
o Secretos de la Magia ceremonial, como referente para acometer su
comentario, a pesar de lo descuidado de su edición, con un deshoje fácil de la
encuadernación, con erratas allí y allá, con errores de traducción, con la
penosa resolución de algunas de sus repro-ducciones facsímiles e, inclusive,
con la omisión de alguna ilustración del instrumental mágico (el cortaplumas y
el bastón del Arte) que figuraban en el manuscrito original. Así pues, siendo
este un libro prohibido, perseguido y quemado hasta finales del siglo XIX, no
podemos por menos que felicitarnos de contarlo entre nosotros, lectores
instruidos y críticos, a pesar de los recor-tes, la dejadez y el afán lucrativo
de los negocios editoriales.
En cualquier caso, esta
revisión es un buen pretexto para asomar-nos a un cuerpo de creencias que ha
tenido en nuestra cultura una larga vigencia. Es más, hoy en día aún no
deberíamos de ser tan tajantes al seña-lar la Magia como una práctica extinta,
propia del pasado. Como vemos, la victoria de San Pedro sobre Simón el Mago no
fue definitiva en el desarrollo de la Cristiandad, pues siempre ha habido una
resistencia a considerarlo como algo caduco o inútil incluso desde las mismas
instancias eclesiásticas. Aunque ciertamente, el hecho mágico no se puede vivir
en su dimensión social con la misma intensidad que en tiempos pretéritos.
Pero, ¿qué es la Magia?
O, mejor dicho, ¿qué son las Magias?
Las Magias
En principio, siendo la
Magia una, se ha distinguido entre dos tipos fundamentales a tenor de su
finalidad benigna o maligna, estableciéndose una Magia lícita y otra ilícita en
aquella culturas que la han practicado. En el caso de la cultura occidental, se
ha determinado la existencia de una Magia blanca o Teurgia, vinculada a lo
divino, al Bien, y una Magia negra o Goetia (o Goecia), vinculada a lo
diabólico, al Mal. La más clara distinción entre ellas se fundamenta en el uso
y la finalidad de sus prácticas mágicas, pues comparten los mismos principios
teóricos y operativos y el planteamiento de partida asumido por sus
practicantes de que la Magia blanca es superior en poder, pues su practicante
cuenta a su favor con el poder supremo de Dios.
Antes de proseguir,
parece conveniente aclarar como distinción entre las prácticas mágicas y las
prácticas religiosas, como la cristiana, que la Magia se definiría como una
acción individual que interviene instrumenta-lizando a los seres espirituales o
a Dios, al servicio de la voluntad del hom-bre. Mientras, por su parte, las
prácticas religiosas pedirían y esperarían la intervención de los seres
espirituales o de Dios, siendo el sacerdote un sim-ple mediador del poder de
Dios. Dios es la parte activa y ejecutora, la Voluntad. Así planteado, parece
que la Magia se situaría a medio camino entre la Religión y la Ciencia, estando
más próxima la figura del mago a la del científico que a la de un chamán, un
sacerdote o un santo.
Siguiendo con esa visión
dual, en el Renacimiento se estableció una clasificación pareja desde los
términos de Magia natural (o elemental) y Magia diabólica, ligada a la brujería
o la hechicería. La primera clase actua-ba como una ciencia o pseudociencia, cuyo
objeto era hurgar en los secre-tos de la Naturaleza y de la que se derivaría la
Física moderna y, que fre-cuentemente se ligaba con otras artes o ciencias como
la Astrología, la
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Alquimia o la Medicina. Alguno de los
títulos más representativos de esta modalidad serían De Occulta Philosophia
Libri Tres (1510, publicada en Bonn, 1532/33), de Cornelius Agrippa von
Nettesheim, o Magiae Naturalis Libri XX (1558, publicada en
Nápoles, 1589), de Giambattista della Porta.
Respecto a la Magia
diabólica su persecución fue feroz y se ligaba a combatir una serie de
prácticas que violaban las enseñanzas cristianas e incurrían en el mal obrar y
en el fin malicioso. En este sentido, era implaca-ble el combate de todo
aquello que incurriese en un posible pacto diabólico o en actividades
nigrománticas, esto es, que se sirviesen de la invocación de demonios o de los
muertos, la profanación o el uso de partes del cuerpo, huesos, vísceras,
tejidos, pelos o fluidos humanos para sus actividades.
Indudablemente, el mismo
impulso humanista abrió la puerta a esta literatura, pues algunos libros se
movían en una cierta ambigüedad, como es el caso de nuestro manuscrito de las Clavículas,
el Enchiridion Leonis Papae (Roma, 1525) o el peligrosísimo Arbatel,
también conocido como El Isagogo o De Magia Veterum (Basilea,
1575). U otros se mostraban como auténticos tratados de Magia negra, más
o menos disimulados, como es el caso del Grimorium Verum (Menfis, 1517),
que en su presentación se decía que era Las Clavículas de los rabinos
hebreos y cuyo lugar de publicación es discu-tible, o también el Grimorio
del Papa Honorio (Roma, 1760). Por otra parte, aunque la Magia blanca ha
gozado comúnmente de una tolerancia general no ha estado libre de sospechas en
numerosas ocasiones, tanto por sí misma o como por presentarse como puerta de
entrada a otras prácticas perniciosas. Pues, es evidente que la frontera entre
una práctica lícita o una ilícita es tan frágil que un mago blanco puede
traspasarla, si no tiene el sufi-ciente control sobre sus pasiones y
motivaciones. El servir al beneficio pro-pio, el coartar la libertad de las
personas sometiendo su voluntad, el perjudi-car o llevar a la muerte a la víctima
de un hechizo o invocar a espíritus infer-nales llevaba irremediablemente al
oficiante al mundo de la oscuridad. Así, a menudo la propia intención u
objetivo traspasaría una práctica blanca a la Magia negra. Igualmente, se podía
incurrir en un traspaso si dicho mago blanco se veía tentado, al tener un
posible acceso a ciertos secretos de la Magia negra, a servirse de sus
prácticas. He ahí la tragedia, por ejemplo, de San Cipriano de Antioquía o de
Fausto.
Salomón el Mago
Curiosamente, algunas
tradiciones legendarias hacen del rey Salomón un verdadero mago. No obstante,
su alineación en el lado de la Magia blanca ha sido un poco inestable si damos
crédito a ciertas historias
y a los textos que se le atribuyen.
Aunque sí hay otra cosa que caracterizó a Salomón aparte de su sabiduría, es su
capacidad para el arrepentimiento, recordando (gnósticamente, eso sí) que no se
puede ser sabio y vencer al mal sin conocer de modo práctico el mal. En
cualquier caso, Salomón pasa por ser el mago blanco de entre los más blancos,
aunque tuviese su momen-to de apostasía.
Sin duda, la aparición nocturna en sueños de Yavé en
Gabaón, tras los sacrificios realizados en su altar, para contentar el deseo de
Salomón de tener un corazón prudente para juzgar y discernir lo bueno y lo
malo, se ase-meja a una práctica mágica con objeto de contactar con la
divinidad. Es más, dicha historia no es muy distante de algunas provenientes del
mundo orien-tal donde se describen rituales mágicos y que podemos encontrar,
por ejem-plo, en recopilaciones tan populares como Las mil y una noches
(Alf layla wa-layla, s. IX y ss.), iniciada por Abu abd-Allah
Muhammed el-Gahshigar a partir del libro persa Hazâr Afsâna y
donde se reúnen historias persas, indias, egipcias o árabes. Así, en dicho
episodio bíblico y a modo de ense-ñanza o de moraleja cuentera, la humildad del
rey se recompensaba, ade-más, con aquellas cosas que no osó pedir y que
hubiesen sido dignas de un alma materialista o vanidosa: riquezas y gloria.
En verdad, la tradición
árabe y su fascinación por los encantamien-tos y los talismanes ha prodigado en
mucho esta vertiente mágica de Salomón (Suleimán), con la proliferación de
numerosas historias. Este hecho fue investigado por Gustav Weil, autor de un
excelente libro donde recopila y analiza esta visión islámica del mundo y los
personajes bíblicos, Biblische legenden der muselmänner ,
Francfort, 1845.
Así no es extraño ver
volar sobre una alfombra a Salomón con su séquito o atender a historias que nos
relatan la entrega al rey del Sello de Salomón por cuatro ángeles, acompañados
de un tetramorfos formado por una ballena, un águila, un león y una culebra, y
que consistiría en un pánta-culo con la propiedad de controlar a demonios y
espíritus y, prácticamente poner al Diablo a su servicio. También, la historias
de la Tabla o Mesa de Salomón, donde figuraba inscrito el nombre secreto de
Dios, y que evitaba la putrefacción de cualquier alimento puesto encima de
ella. O, también, la que narra los avatares del Anillo de Salomón, un poderoso
talismán, y en cuya trama se nos cuenta cómo Salomón hizo que un genio hiciera
una esta-tua idéntica al padre de una de sus trescientas concubinas a la que quería
contentar, para que ésta le adorase. No obstante, esta práctica idólatra y que
recuerda a ciertas prácticas de sometimiento erótico, fue castigada por Dios,
dejando que el ángel rebelde Sakhr le hurtase tan preciado anillo como
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escarmiento.
Sin duda, el poder conlleva la tentación del exceso o la relaja-ción y en el
mundo árabe se entendía que ciertas prácticas, que atentaban con los
mandamientos coránicos, formaban parte de la Magia ilícita. Para no dejar al
lector en ascuas, tras su arrepentimiento y ciertos avatares, el anillo volvió
a Salomón. Una historia más y que afecta a nuestro libro nos cuenta que Salomón
inició la construcción del Templo sirviéndose de sus obedien-tes genios. Mientras
se concluía con las obras, Salomón estimó que debían de guardarse bajo su trono
todos sus libros, a la espera de un lugar mejor. Pero aconteció un incendio y
todos ellos acabaron calcinados por las llamas, excepto El Testamento y La
Clavícula. Títulos que posiblemente se reunie-ron posteriormente en un
mismo texto, el texto que nos traemos entre manos.
También, habría de no
pasarse por alto la confirmación del poder mágico de Salomón por parte del Corán.
Así, se nos cuenta que Salomón dominaba los vientos y las tormentas, los genios
constructores y los genios buceadores, y hasta los pájaros, pues gracias a su
padre David era conoce-dor de su lenguaje (Azoras XXI, 81-82, XXVII, 17,
XXXIV, 11, XXXVIII, 35-37). Extremos que, en cambio, no son referidos en otros
textos sagrados hebreos o cristianos.
Por otro lado, el nombre
de Salomón ya figuraba escrito en textos mágicos, como se hacía con otros
nombres de la tradición judeocristiana como Jacob, Isaac, Moisés, Abraham o
Jesús durante el Imperio Romano. Esto queda registrado en distintos papiros
greco-egipcios mágicos de la pri-mera mitad del siglo IV d. C. Como muestra,
tenemos dos prácticas, las titu-ladas Trance de Salomón , para vaticinar
con un medium, y Exorcismo de Pibequis, donde se hacía
referencia al uso del Sello de Salomón en exorci-zación (Gran Papiro Mágico
Parisino , P IV, 6 y 24). A esto añadamos las cita-das referencias de un
historiador hebreo como Flavius Josephus (Yosef Bar Mattityahu), fariseo
descendiente de una antigua familia de sacerdotes hebreos, donde comentaba la
existencia ya en el siglo I d. C. de un posible manuscrito sobre magia escrito
por Salomón; u otros testimonios que nos señalaban que en el siglo III y en el
IV d. C. circulaba un Testamento del Rey Salomón . Pruebas, sin
duda, de la gran estima que se tenía en la Magia anti-gua del poder mágico de
este soberano y de una serie de objetos mágicos atribuidos a su creación, que
conllevaba una especial caracterización del pueblo judío a ojos de los pueblos
gentiles como reputados magos.
Sin duda, esta
construcción de una leyenda mágica salomónica en los tiempos medievales servía
de eficaz argumento a la atribución de dife-rentes textos hebreos de Magia como
obra del rey Salomón. ¿Quién, si no,
habría podido tener conocimientos tan
elevados y notables en aquel tiempo, sino el sabio de entre los sabios? No
obstante, la atribución de este tipo de textos a reyes, patriarcas, santos,
papas, etc. suele responder bien a un recurso para dotarle de una autoridad que
favorezca su perpetuación en el tiempo; o bien una mera estrategia de
protección de sus autores, copistas o impresores frente a una persecución, o
bien para tener una feliz vida comer-cial, como se hará evidente en siglos más
recientes.
En cualquier caso, los
grandes secretos de la Magia no podían de ninguna manera quedar por escrito,
pues corrían el tremendo riesgo de lle-gar a manos inadecuadas. Su transmisión,
como sucedía también en el Arte hermético o la Cábala, se realizaría plenamente
por vía oral, pasando, de este modo, de maestro a discípulo, y sin temor a que
se extinguiese la línea de transmisión, pues Dios, del que emana todo saber, en
cualquier momen-to iluminaría a cualquier otro, con los requisitos necesarios,
dado el caso. Esta certeza nos hace suponer en buena medida, más allá de la
cuestión de la funcionalidad de la Magia como ciencia o arte, que gran parte de
esta lite-ratura o representa una parte incompleta o ínfima de este saber
oculto o bien se trata de mistificaciones o supercherías.
La práctica
mágica
Dejando aparte la distinción entre Magia blanca y
Magia negra y cualquier posible paralelismo entre las prácticas mágicas y las
liturgias reli-giosas, toda práctica mágica se funda, por tanto, en la palabra
y la acción. En el mundo antiguo, los elementos esenciales de la práctica
mágica son el logos, el sahumerio, el sacrificio, la libación, el amuleto, etc.
y así se han per-petuado hasta nuestro presente. Los materiales empleados en el
ritual mági-co siempre habrán de estar en consonancia con las divinidades
implicadas, teniéndose en cuenta toda una serie de correspondencias,
preparativos y cuidados en la ejecución ritual. Éste es el principio básico de
la magia: la simpatía universal y la derivada resonancia de las acciones; junto
a una con-cepción dinámica o pneumática de la realidad, que en el caso de las
cultu-ras monoteístas procede de Dios.
El objetivo final está
en el conocimiento de algo, la realización de un deseo u obtener un bien
material por medios no naturales, no alcanzables por un ser humano desde su
condición de ser limitado. El mago, en conse-cuencia, tal y como indica José
Luis Calvo Martínez y Mª. Dolores Sánchez Romero (Textos de magia en papiros
griegos, Madrid, Gredos,1987), debe superar las leyes de la Naturaleza que
limitan su poder como hombre por medio de tres procedimientos:
|
111
|
1)
El mago se convierte en un ser
sobrenatural, mediante la inmor-talización (apothanatismós ). Consiste
unas veces en la solarización del mago, su unión con la divinidad solar. Otras
veces, en la toma del aspecto de una iniciación mistérica, que le permite
retornar a una primitiva naturale-za inmortal, tras un viaje por el mundo
cósmico que culmina en su encara-miento con el dios supremo y así conocer su
verdadero nombre, la gnosis suprema.
2)
El mago burla las cadenas de la
Necesidad, al conseguir que un dios del mundo superior astral actúe a su favor,
directamente o por medio de un ser intermedio, deimon, ángel o arcángel.
3)
El mago obliga directamente a un ser
intermedio inferior, deimon o ánima, a que se ponga a su servicio. Para
ello, el medio más notable es el terror o la coacción, amenazando a estos deimones
con revelar sus secre-tos. Dado que los deimones sublunares que habitan
en los cuatros elemen-tos o en el submundo son álogos, el mago puede engañarlos
fingiéndose un dios de la esfera superior.
Este tercer modo es el
más comúnmente empleado en la Magia. En el caso de Las Clavículas de Salomón,
observamos que lo más recurrente es el segundo modo y el tercero, partiendo de
un planteamiento teocéntrico al que se someten los entes espirituales y las
fuerzas naturales. Cabe recor-dar que en la Magia monoteísta, tanto judía,
cristiana o musulmana se dota al nombre secreto de Dios de un poder ilimitado.
Respecto a las prácticas mágicas más serias, en
términos generales se distinguen cuatro conjuntos principales:
1)
Las instrumentales, que no buscan un
objetivo concreto, sino que sirven para todo, y las hay de dos tipos:
a)
La consagración del mago o su contacto
directo con la divinidad para adquirir su dýnamis , pneûma o apórroia
, que le servirá para aquello que se proponga.
b)
El sometimiento por el mago de un deimon,
para retenerlo tempo-ral o permanentemente como siervo.
2)
Las destinadas a conseguir bienes
externos. Puede ser por medio de un ritual simple o por la posesión de un
amuleto o de un talismán.
3)
Las mancias, que permiten obtener
conocimientos de diverso orden. En este caso, la pretensión del mago no es
fundirse con la divinidad,
sino conocer el nombre verdadero de la
divinidad, para usarlo con fines inmediatos y, frecuentemente, lucrativos. Con
él se conoce el pasado, el pre-sente y el futuro. Hay cinco tipos de prácticas
mánticas.
a)
La comunicación profética directa con la
divinidad mántica ( sýsta-sis). A veces el dios se vale de un medium humano.
b)
La petición del concurso de un deimon
profético. Se le seduce con un cebo y se secuestra, para obligarle a vaticinar.
Si el deimon es peligroso, el mago se protegerá con un amuleto, por
ejemplo.
c) La
revelación onírica. Se suplica a una divinidad el envío en sue-ños de un deimon
profético o enviárselo a otra persona. Por lo gene-ral, se acompaña con
rituales en los que se puede plantear aquello que se desea saber.
d)
La adivinación con un medium que
será el receptor de visiones o revelaciones nocturnas. Por lo común ha de
tratarse de un joven ino-cente o purificado y sin defecto alguno y habrá de
protegerse con amuletos de los riesgos del contacto con la divinidad. Tras el
trance, el dios ha de ser liberado del medium (apólysis ).
e)
La comunicación mántica con el dios
mediante el fuego (licno-mancia o lecanomancia) o mediante el agua (hidromancia
o fialo-mancia).
4)
El sometimiento (hypotaktikón ) de
la voluntad de una persona. Hay dos modalidades, la maléfica y la erótica, y se
dirigen a divinidades noc-turnas o subterráneas, que en el contexto cristiano
se considerarían diabóli-cas.
a)
El sometimiento maléfico puede ser con
fines preventivos o para causar perjuicio. En estos casos, se implica a una
divinidad del sub-mundo para que envíe un deimon, por lo común un
fallecido por cau-sas violentas o muerto prematuramente. Éste ente será el
agente de la enfermedad, la ruptura o la muerte de la víctima del rito mágico.
b)
El sometimiento erótico también requiere
de un deimon al que se insta a causar daño, enfermedad o insomnio a la
persona deseada, hasta que se cumpla el deseo del mago. En otras ocasiones, al dei-mon
se le pide que tome la forma del dios que venera dicha perso-na con el fin
de persuadirla.
Las práctica en Las
Clavículas
Volviendo a la edición mencionada de Índigo, que
sigue la edición de Arlés y el Manuscrito Lansdowne 1203, la serie de
conocimientos que trans-
|
113
|
mite Las Clavículas de
Salomón se distribuiría en cuatro libros.
I) El primer libro tiene
un evidente componente astrológico, que reviste a la obra de un aparato
cientifista. Tras una presentación de mano de Salomón a modo de testamento con
distintos avisos y primeras indicaciones, se hace referencia a todo un conjunto
de correspondencias que afectarían a la feliz resolución de los rituales que se
van a describir. Así en el texto y mediante tablas se relacionan de una u otra
forma las horas, los días de la semana, los meses, las estaciones, los puntos
cardinales, los planetas, los signos del zodiaco, las piedras, los metales, los
colores, los animales sagra-dos, las aves, los peces, los árboles, las hierbas,
los inciensos, los ángeles, los príncipes, los espíritus o las legiones. Después,
se nos ofrece un catálo-go de caracteres, sellos, letras y nombres mágicos de
ángeles, espíritus y planetas y que se aplicarán grabados o escritos durante el
ritual (en perga-minos, placas, figuritas, etc.) o en la elaboración de
talismanes o pantáculos.
II) El segundo libro se
ocupa de la preparación del lugar y su mobi-liario, el vestuario, el
instrumental, los materiales, las víctimas de los sacrifi-cios y el libro del
mago; recalcando la pulcritud y exactitud en los preparati-vos y en la
ejecución del ritual. Aquí ya empiezan a mencionarse distintas oraciones,
exorcismos e invocaciones mágicas.
III) El tercero versa de
la práctica en sí, con una serie de operacio-nes en cuya realización se
requerirá un momento propicio y el empleo de ciertos instrumentos, materiales,
sahumerios, oraciones, etc. Se reitera la advertencia de no violar ninguna ley
divina ni dejarse llevar por las pasiones humanas. No obstante, algunas de las
quince prácticas reveladas versan sobre asuntos que incurren en acciones no lícitas
a ojos de la fe cristiana, como hechizos para captar un amor o perjudicar a
alguien. Las cuatro últi-mas explican la elaboración de cuatro anillos
astronómicos o talismanes.
IV) El cuarto y último
libro nos describe la elaboración de treinta y cinco pantáculos, para diversos
fines, incluso, según su aplicación éstos tie-nen diversos resultados. En
general, se prestan a ese triple conjunto de obje-tivos de las prácticas mágicas:
de carácter profiláctico, terapéutico y trauma-túrgico. Al final de esta cuarta
parte, se remata toda la obra con una nueva advertencia que incide en el
cuidado, la corrección, la literalidad, la fidelidad a Dios, el hermetismo y la
difusión selectiva por parte del mago.
Veamos ahora una pequeña clasificación de los
objetivos que se enuncian:
|
Cuadernos del
Minotauro, 2, 2005
|
Fernando Figueroa
|
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CAMPOS BÁSICOS
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UTILIDADES
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PRÁCTICAS
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PANTÁCULOS
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|
Conseguir el amor de alguien
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3
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1
|
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Tener amor y obediencia popular
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2
|
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AMOR
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Hacerte amable a los otros
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1
|
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Alejar el odio
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1
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Que hablen bien
de uno
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1
|
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|
Convertir al enemigo en amigo
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1
|
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Inmunidad frente a la agresión
física
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1
|
2
|
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|
Proteger frente a la aflicción, la tristeza o
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|
2
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|
la melancolía
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|
Proteger frente a la apoplejía
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1
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|
SALUD
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|
Proteger del calor natural
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|
1
|
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|
Curar la impotencia o la
infertilidad
|
|
1
|
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||
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|
Proteger de la cabalgadura
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1
|
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|
Proteger en los viajes
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|
2
|
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Proteger contra los venenos
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|
2
|
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|
|
Proteger de hechizos y
encantamientos
|
|
2
|
|
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Descubrir tesoros o riquezas
|
1
|
1
|
|
|
|
|
|
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|
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|
Otorgar el favor de los poderosos
|
|
2
|
|
|
|
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|
|
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|
Conseguir altos cargos
|
|
1
|
|
|
|
|
|
|
|
|
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|
Tener negocios prósperos
|
|
3
|
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|
|
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|
LUCRO
|
|
Aumentar las riquezas
|
|
1
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Tener fortuna en el juego
|
|
1
|
|
|
|
|
|
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|
||
|
|
|
|
|
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|
Proteger las riquezas
|
|
1
|
|
|
|
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|
|
Proteger frente a robos
|
|
1
|
|
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|
|
Tener pesca abundante
|
|
1
|
|
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|
|
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|
|
|
|
|
|
Tener ganado próspero, gordo y
prolífico
|
|
1
|
|
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|
Invisibilidad
|
1
|
|
|
|
|
|
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|
|
Viajar velozmente
|
1
|
|
|
|
|
|
|
|
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|
|
|
Hacer invencible una fortaleza
|
|
1
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Tener éxito al construir un
edificio
|
|
1
|
|
|
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|
|
|
|
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|
|
Tener fuerza y valor en la
batalla
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|
1
|
|
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|
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|
Alejar el miedo
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|
1
|
|
|
|
|
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Provocar tormentas
|
|
1
|
|
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|
PODERES
|
Cesar tormentas
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1
|
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Salir airoso de juicios
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|
1
|
|
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Confección de talismanes
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4
|
|
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Someter a cualquier criatura
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1
|
|
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Someter un animal
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1
|
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|
Someter a una persona
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1
|
|
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|
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|
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|
Proteger frente a los poderosos
|
|
2
|
|
|
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|
|
|
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|
|
|
Someter a espíritus, ángeles o
demonios
|
|
13
|
|
|
|
|
|
|
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115
|
|
CAMPOS BÁSICOS
|
UTILIDADES
|
PRÁCTICAS
|
PANTÁCULOS
|
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|
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|
|
|
|
|
|
Preguntar cualquier misterio a
las
|
1
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|
|
Inteligencias
|
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|
|
Descubrir a un criminal
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1
|
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|
|
|
CONOCIMIENTO
|
Tener una memoria proverbial
|
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1
|
|
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|
|
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|
|
Comprender toda ciencia
|
|
1
|
|
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|
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|
|
Capacitar para toda ciencia a los
naci-
|
|
1
|
|
|
|
dos en febrero
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|
|
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|
|
|
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|
DAÑAR
|
Evitar que consiga caza un
cazador
|
1
|
|
|
|
|
|
|
|
|
Parece probable que el
contenido de este libro pudiese ajustarse a la personalidad de un rey como
Salomón. Hay referencias al conocimiento, a la salud física y emocional, a la
obtención de riquezas y premios, al terre-no del amor, al afán de gloria, etc.
Pero, más bien, respondería a una serie de necesidades o inquietudes
compartidas por la humanidad y que aún hoy están muy presentes, siendo su
presencia un mero acto testimonial de la identidad hebrea de este texto, tan
misterioso en muchos sentidos, y cuyo fundamento sea posiblemente anterior al
nacimiento de tan celebrado monarca.
Evidentemente, asistimos
a todo un compendio de deseos y aspira-ciones que, más allá de su enunciado
histórico, no dejan de coincidir en sobremanera con el conjunto de necesidades
y deseos del hombre contem-poráneo. Sorprende, por tanto, que el hombre vaya
modificando las formas de dar contento a dichas necesidades y sueños a lo largo
de la Historia, planteándose métodos y vías cada vez más precisas y certeras.
Sin duda la Magia poco tiene que decir en nuestro tiempo, pero nos da un rico
testimo-nio de cómo se manifiesta la voluntad del hombre en unas determinadas
épocas y cuales eran sus aspiraciones básicas: amor, salud, riqueza, poder,
conocimiento, dañar o hacer justicia, etc.
En definitiva, vemos
cómo la magia hebrea mantiene unas pautas literarias tópicas en un género
literario prodigado ancestralmente: un maes-tro transmite a un discípulo su
saber, fruto de una larga tradición, y le orde-na conservarlo indemne y en
secreto. Una estructura que denota un mundo cerrado, donde el conocimiento, por
poderoso, debía quedar resguardado y libre de desvirtuarse. También, en otro
orden, que la Magia se ha ido adap-tando a la realidad histórica de cada época
o a su desarrollo en culturas cuyos credos podían ser bastante distantes,
prestando gran atención al tras-paso de las concepciones politeístas a las
monoteístas y ahora, a un mundo laico. Ha sido su modo de sobrevivir a
convulsiones culturales impresionan-
tes en los últimos siglos, procurando
equilibrar su verosimilitud en la posibi-lidad de alcanzar sus objetivos a
través de los medios que propone y a su vez manteniendo ante la mirada del
público su percepción como algo extraordinario.
Por otra parte, llegamos
a comprender que el hombre mira el mundo con muchos ojos y lo interpreta con
muchas miradas. Diseña estrategias, según su ordenamiento del mundo, que le son
útiles para enfrentarse con lo que puede desbordarle o sobrecogerle. En algunas
ocasiones, el ejercicio de la acción está restringido a unos pocos y en otras,
a muchos más; y lo mismo puede decirse de su disfrute. Indudablemente, la Magia
pierde buena parte de su sentido en una sociedad laica y democrática, donde la
Felicidad debe de alcanzarse por parte de todos sin exclusiones y el
conocimiento debe hacerse público y compartido. Por otra parte, pese al
enfrentamiento entre Religión y Ciencia, ambos han combatido la Magia y la han
desarmado gran-demente al desarrollar excelentes alternativas prácticas a su
recurso. Por otro lado, la Ciencia ha acabado sirviendo a la Religión, aunque
existan debates sobre cuestiones éticas. Pero el no abordar temas tan delicados
como la existencia de Dios o el mundo espiritual por la Ciencia (al menos
ofi-cialmente) le permite una feliz coexistencia con la Religión.
Finalmente, tras ver qué
cosas parecían dignas de buscarse a tra-vés de actos tan especiales como los
mágicos, vemos que nuestro mundo ha desarrollado, desde sus parámetros
racionalistas o científicos, una serie de medios para dar satisfacción a esas
necesidades del hombre antiguo o, más seguramente en estas ediciones, el del
siglo XVII. Así, la política, la pro-paganda o las campañas de imagen, las
técnicas de persuasión o la diplo-macia, la psicología, la etología, la
sociología, la estadística, la física, la quí-mica, la medicina, la
veterinaria, las compañías de seguros, la seguridad ciu-dadana o privada, la
criminología, la tecnología, la ingeniería y la arquitectu-ra, el desarrollo de
los medios de transporte, la didáctica, la divulgación cien-tífica, la
biología, la meteorología y el conocimiento del medio, entre otras muchas
técnicas, sistemas, ciencias, instituciones, etc., sirven en la realiza-ción de
todos los objetivos mencionados en las prácticas de Las Clavículas,
posiblemente de un modo más prosaico, pero seguro. Incluso, tenemos tal
desarrollo del mundo criminal que en caso de querer realizar un acto de
sometimiento (extorsión, asesinato, dejar sin caza a alguien, etc.) nos sería
más sencillo acudir al crimen organizado que invocar a demonios y, quizás no
tan caro como acudir a un mago. Pero esta vez, la realización se puede efectuar
de un modo accesible a todos, pues el conocimiento es público, y resolver los
problemas de un modo directo.
|
117
|
No es necesario acudir a ángeles o demonios, pues
aparte de que ya el ser humano reúne ambas características, se parte de la
comprensión en detalle de los fenómenos desde la razón, aunque no resulte tan
especta-cular. Quizás la efectividad de estos medios pueda mejorarse o
cumplimen-tarse con otros recursos intelectivos, o pueda mejorarse la
“invocación” y calidad de nuestros mediadores humanos, pero verdaderamente
suponen una liberación del hombre de cualquier instancia divina o diabólica, en
pos del conocimiento integral de un mundo unitario. El hombre desde el hombre
acomete la empresa de crear una sociedad del bienestar, donde el contento de su
deseos o su felicidad son posibles y en la que también hay lugar, como en los
tratados de Magia, a las advertencias contra el exceso o








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